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¿Cómo puedes sumirte en el silencio? Quizá normalmente te obligues a permanecer sentado en una postura que emula a la del Buddha, mientras dentro de ti la mente sigue en ebullición.

          "...¿cómo puedes sumirte en el silencio? Quizá normalmente te obligues a permanecer sentado en una postura que emula a la del Buddha, mientras dentro de ti la mente sigue en ebullición.
          Nanak estaba invitado en casa de un nawab, un noble musulmán. Para Nanak no había hindúes ni musulmanes; el sabio no entendía de ninguna clase de delimitaciones sectarias. El nawab le dijo:
          - Si es verdad lo que dices, que no hay hindúes ni musulmanes, como hoy es viernes, ven con nosotros a la mezquita y oremos juntos.
          Nanak aceptó de inmediato. Pero añadió:
          - Rezaré sólo si tú rezas también.
          - ¡Qué condición tan extraña! -respondió el nawab. A eso voy precisamente...
          Cuando Nanak llegó a la mezquita, los rezos ya habían comenzado. El nawab se enfadó, y su enfado fue creciendo porque, cada vez que se giraba, veía a Nanak todavía erguido, sin inclinarse ni orar, allí de pie como una estatua. El nawab rezó sus oraciones a toda velocidad, ya que ¿cómo puede una persona rezar cuando está enfadada? Finalmente se volvió hacia Nanak y le dijo:
          - Eres un fraude.  ¡No eres ni un santo ni un buscador de la verdad!  Me prometiste que rezarías, y no lo has hecho.
          - Te lo prometí -contestó Nanak,  pero ¿has olvidado la condición que puse?  Te dije que rezaría siempre que tú rezaras también, y no lo has hecho; así que ¿cómo iba a rezar yo?
          - ¿Qué dices? ¿Has perdido la cabeza? Todos los que están aquí son testigos, ¡todos me han visto ofrecer mis plegarias!
          - Pero no puedo creer lo que me digan otros testigos. Yo he estado mirando dentro de ti todo el tiempo, y lo que he visto es que estabas comprando caballos en Kabul.
          El nawab se quedó perplejo porque eso era exactamente lo que había estado haciendo. Su caballo predilecto había muerto justo aquella mañana, y todavía estaba muy afectado por la pérdida de un animal tan magnífico. Lo único que ocupaba su mente era cómo llegar a Kabul lo antes posible para comprar otro pura sangre, pues, para él, un caballo era símbolo de estatus y honor.
          - Y el sacerdote que presidía la plegaria -continuó Nanak- estaba ocupado cosechando sus campos.
          El sacerdote admitió que estaba preocupado porque le urgía recoger la cosecha.
          - Así que, por favor, dime, ¿ofreciste de verdad tus plegarias para que yo pudiera ofrecer las mías?
          Obligarte a ti mismo a rezar, obligarte a alabar a Dios, a meditar... no sirve de nada. Inclinando el cuerpo y adoptando determinadas posturas no puedes forzar la mente para que haga lo mismo; la cacofonía de la mente continúa, y, de hecho, se hace más intensa y ensordecedora. Cuando el cuerpo estaba ocupado en una u otra actividad, la energía estaba dividida, pero en cuanto el cuerpo se sienta y está absolutamente inactivo, toda la energía fluye a la mente, ¡y los pensamientos se arremolinan a mucha mayor velocidad!
          Por eso cuando la gente se sienta a meditar, la mente está cada vez más activa... ¡hay una avalancha de pensamientos que se precipitan uno sobre otro!  Te sientas a adorar a Dios, pero el mundo sigue adueñándose de tus pensamientos; vas al templo y haces sonar las campanas, pero la mente se desboca en todas las direcciones".

Osho, El verdadero nombre. La melodía de la existencia
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