“La inteligencia, la focalización
de la mente es un medio hacia la supervivencia, pero no hacia la vida.
El sobrevivir no es la vida. Sobrevivir es una necesidad, existir en el mundo
material es una necesidad, pero la meta es conseguir llevar a la superficie el
potencial oculto, todo lo que se entiende con la palabra “tú". Si estás
completamente satisfecho, si nada queda como semilla dentro de ti, si todo se
realiza, si eres un constante florecer, entonces y sólo entonces puedes sentir
la felicidad, el éxtasis de la vida.
La parte negada de ti, la parte inconsciente, puede
ser activa y creadora sólo si le añades una nueva dimensión a tu vida: la
dimensión de la fiesta, la dimensión del juego. Así, la meditación no es un
trabajo, es un juego. El orar no es un negocio, es un juego. Meditación no es
algo a hacer para conseguir un objetivo --paz, felicidad...-- sino algo para
ser disfrutado como fin en sí mismo.
La dimensión festiva es la que más importa que entendamos...y la hemos perdido totalmente. Con "festivo" quiero decir
la capacidad de gozar, momento a momento, de todo cuanto llega a ti.
Estamos tan condicionados y nuestras costumbres son
tan mecánicas, que incluso nuestras mentes están
ocupadas cuando no tenemos nada que hacer. Cuando no necesitas estar
focalizado, sigues focalizado. Incluso cuando estás jugando, no juegas. No
disfrutas del juego. Por ejemplo, cuando juegas a cartas, no gozas con ello;
juegas para conseguir una victoria, y entonces el juego se convierte en
trabajo. Lo que se está haciendo no es importante; en ese caso sólo cuenta el
resultado.
En el negocio el resultado es lo importante. En la
fiesta, es el acto mismo lo que cuenta. Si puedes
hacer que cualquier acto tenga un significado en sí mismo, entonces estarás de
fiesta y podrás celebrarlo.
Los límites, los límites que constriñen, se rompen
siempre que estás de fiesta. No se necesitan; se desechan. Sales de tu corsé,
el corsé de la concentración que limita y oprime la mente. Ahora no estás
eligiendo; permites la entrada a todo lo que te llega y en el momento en que
aceptas que entre en ti la totalidad de la Existencia,
eres uno con ella.
A esta comunión, a esta celebración, a este ser
consciente sin elección, a esta actitud sin ánimo de sacar provecho, la llamo
meditación. La fiesta misma es ese momento, ese acto, y no
es la preocupación por los resultados, por conseguir algo. No hay nada que
conseguir, de modo que puedes disfrutar de lo que hay aquí y ahora.
Se puede explicar de otra manera. Estoy hablando
contigo; si estoy preocupado por el resultado, la conversación se convierte en
puro negocio, se convierte en un trabajo. Pero si hablo contigo sin ninguna
expectativa, sin ningún deseo sobre el resultado, entonces la conversación es
un juego. El acto en sí mismo es el fin. Así pues, no tiene porqué existir la
limitación. Puedo jugar con las palabras, con los pensamientos. Puedo jugar con
tus preguntas, puedo jugar con mis respuestas. El
hecho deja de ser serio; es algo que te alegra el corazón. Y si me estás
escuchando sin pensar en obtener algo podrás permanecer relajado.
Entonces permitirás que esté en comunión contigo,
y tu consciencia no estará limitada. Estará abierta, jugando,
disfrutando.
Cualquier momento puede ser bueno para los negocios,
cualquier momento puede ser bueno para la meditación. La diferencia está en la
actitud. Si no lo has buscado, si estás jugando con ello, es un acto meditativo”.
Osho, Meditación: el arte del éxtasis
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